Hay veces que regresar a casa de los abuelos implica muchos recuerdos, sobre todo si ellos ya no se encuentran en el plano de los vivos.

A la muerte de los abuelos de Poncho, una de las tías se quedó a cargo de la gran casa, antigua, de dos patios, con los dormitorios alrededor de estos, con extensos corredores.

Pero de igual manera la tía falleció a los años de sus papás y la casa quedó sola, algunos días los familiares llegaban a ver la casa y una señora mantenía la limpieza.

Doña Romelia, la tía, murió en una habitación, ella era la única que vivía en la casa de sus papás y en donde nació y creció.

La mudanza a la casa los abuelos

  • Pues cuando yo trabajaba en el Organismo Judicial me mandaron como juez a Huehuetenango allá por los años 70, entonces avisé que me instalaría en la casa de los abuelos, de todos modos, estaba desocupada.

Y así fue, Poncho se traslado al departamento y se estableció en la antigua casa, llegó con sus cosas y decidió dormir en el cuarto que quedaba frente al dormitorio donde murió la tía.

  • Yo era incrédulo con eso de los fantasmas, decía que eso no era cierto, aunque no hay que creer ni dejar de creer.
  • Pero fíjese, que un día llegué cansado de trabajar, no era muy tarde, eran como eso de las 9 de la noche, tenía la puerta abierta del cuarto cuando de enfrente vi salir un bulto blanco, como de esos que salen en la televisión que son sábanas flotando.
  • No había nadie más en la casa, solo yo, y pues agarré valor y saqué la cabeza por la puerta para verificar lo que estaba viendo, y en efecto, el bulto iba caminando en el corredor, lo recorrió todo y en la pared del fondo se disolvió, como que lo hubiera atravesado.

En ese momento, cuenta Poncho, que la piel se le puso de gallina, porque en medio de la obscuridad y el susto, la imagen que vio fue la de su tía Romelia.

A pesar de su experiencia, aún pone en duda lo qué le pasó, aunque confiesa que en otra ocasión fue tal el susto que le dieron en esa casa, que salió corriendo y dejó las llaves cuando reaccionó, regresó y se dio cuenta que no solo las había olvidado, también la puerta de la casa estaba abierta.

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