Ana María era una fiel devota del Justo Juez, todas las tardes al salir del almacén en donde trabajaba en la sexta avenida de la zona 1, pasaba a visitar la imagen de su devoción, que se venera en la Catedral Metropolitana.

Faltaba una semana para la conmemoración del día de Todos los Santos, por lo que el cielo de la capital de Guatemala, se pintaba de tonos rojizos y un viento helado soplaba anunciando la llegada del mes de noviembre.

La joven se detuvo en la entrada del templo, compró una vela e ingresó para hacer sus oraciones diarias. Le llamó la atención que la puerta central que da al patio del antiguo Colegio de Infantes, estaba abierta y una niña se encontraba parada al centro.

La pequeña de aproximadamente nueve años, vestía de negro de pies a cabeza.

Ana María se enfiló por el corredor central de la iglesia, para salir por la puerta central. Se sorprendió cuando la niña que había visto minutos antes, estaba parada en el atrio, esperando a alguien.

Bastaron segundos para que la pequeña se acercará a ella, extendiendo su mano para darle una cadena de oro y un papel con lo que parecía ser una dirección.

Me llevas a mi casa-

La joven vio su reloj, eran ya las seis de la tarde. Pensó en buscar ayuda con la policía o con alguien de la iglesia, pero también se conmovió al ver a la niña con una mirada triste y sin abrigo, a pesar que el clima era frío.

¿Y tus papás?- preguntó.

-No están en casa, quise venir, esperarlos en la iglesia porque vienen a diario, pero no llegaron-respondió la niña.

Ana María revisó su bolso, luego de comprobar que llevaba dinero paró un taxi frente a la catedral, le dio el papel al conductor y le pidió que la llevará a la dirección ahí escrita.

Abrió la puerta, subió a la niña, se sentó a su lado y le devolvió la cadena. La pequeña la recibió y se quedó en silencio durante todo el trayecto.

Quince minutos después el piloto del taxi se paró frente a la entrada del Cementerio General en la zona 3.

-Llegamos

-¿Disculpe?-

-Ya llegamos a la dirección que me dio seño- dijo el piloto devolviendo el papel a la joven

-¡Por Dios¡- exclamó Ana Maria, mirando desconcertada al piloto la niña, ya no estaba sentada junto a ella.

¿Y la niña?– le preguntó asustada.

-¿Qué niña? Usted subió sola seño- respondió el hombre, frunciendo el ceño desconcertado.

La mujer sintió como el frío se apoderaba de su cuerpo.

-¿Se siente bien seño?- preguntó el taxista al ver el rostro de la pasajera desencajado.

-Por favor llevéme a la zona cinco…a mi casa- respondió, mientras seguía sin comprender lo que había pasado.

Al llegar a su destino, rompió en llanto y le contó a su madre lo que acababa de vivir. Esa noche tuvo fiebre alta y al día siguiente no fue a trabajar.

Poco a poco, la joven volvió a su rutina diaria, pero sin olvidar el extraño suceso que le tocó vivir.

Leyenda urbana

Cuentan, quienes han conocido casos como este, que se trata de una niña de aspecto frágil y descuidado, vestida completamente de negro con una mirada de angustia y desesperación.

La han visto en el patio del antiguo Colegio de Infantes en la Catedral Metropolitana y también en la Iglesia de San Sebastian en la zona 1, parada en la puerta cuando se escucha la última campanada de la misa de las seis de la tarde.

Sigue los paso de las personas que escoje y cuando se le acercan les pide que la lleven de vuelta a casa. Les entrega una cadena de oro y un papel con su dirección.

Han sido muchos los que en su intento de ayudarla, se han llevado la sorpresa de llegar a un destino inesperado…el Cementerio General y sin la niña a su lado.

Según la leyenda urbana, algunos han visto a la niña de negro en la Catedral Metropolitana y la Iglesia de San Sebastián, ambas en el centro histórico de la ciudad de Guatemala.

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