Gaby era recepcionista de una oficina ubicada en la zona 7 de la ciudad de Guatemala. Era conocida por su entusiasmo para organizar todos los eventos del año, desde días festivos hasta el cumpleaños de cada uno de sus compañeros.

La chica era tan persistente que no había nadie en aquel local, que se quedara sin comprar alguno de los variados artículos que semanalmente vendía para agenciarse de un ingreso extra. Otra de las características de Gaby era su curiosidad, sobre todo por los temas paranormales que apasionaban a su jefe.

Un día durante la hora de almuerzo el tema de conversación fue la tabla ouija. Gerardo el jefe de Gaby, habló la mayor parte del tiempo sobre algunas experiencias que había tenido con este juego, despertando la curiosidad de la jovencita.

-¿Don Gerardo, cuándo trae una ouija para enseñarnos como se juega?-

-Tienes que recordarme temprano antes que salga de mi casa, sabes que todo se me olvida-

-Sin falta mañana lo llamó temprano, que le vaya bien, con cuidado-

Al día siguiente llamó sin falta a su jefe, quien después del almuerzo se ofreció a enseñarle como se jugaba la ouija. Una llamada interrumpió la explicación y don Gerardo tuvo que salir de urgencia, olvidando cerrar la sesión que había abierto, para mostrarle el juego a su recepcionista.

Cosas extrañas comenzaron a pasar desde ese día en la oficina. Doris, una de las vendedoras aseguraba que escuchaba susurros y sentía que alguien la veía cuando trabajaba en su cubículo.

Emilia la encargada de limpieza, también estaba preocupada pues afirmaba que los días que le tocaba limpieza en la pequeña bodega del lugar, sentía la presencia de alguien y que varias veces le habían tirado sus utensilios de limpieza.

Algunos aseguraban que era algún espíritu que había sido invocado el día que don Gerardo llevó la ouija, ante la insistencia y curiosidad de Gaby. La jovencita reía cuando escuchaba en son de broma por parte de algunos y en todo acusador por parte de otros, que ella era la causante de las cosas raras que pasaban en la oficina.

Los días sábado Gaby trabajada por tres horas, pues su jefe acostumbraba llegar y era ella quien se encargaba además del teléfono, de ayudarlo con los pendientes de la semana. Cómo ocurría cada fin de semana, llegó antes de las 9 y pidió las llaves de la oficina al guardia de seguridad del edificio.

El diseño del lugar, desde la oficina de gerencia hasta los cubículos de administración y vendedores, era de vidrio y acero, lo que facilitó que la chica recibiera el susto de su vida. Mientras leía una revista un toc, toc, se escuchó en el vidrio de recepción y se fue en seguidilla y sin interrupción, por todos los cubículos, hasta terminar en la oficina de don Gerardo.

Fue como si alguien hubiese pasado corriendo tocando con sus nudillos todos los vidrios de la oficina, los cubículos y la cocina, me dio un escalofrío y salí corriendo al corredor del cuarto piso, no se si fue del susto, pero los pies me pesaban”, afirma Gaby,

Al llegar su jefe una hora después de este raro episodio, la chica le contó lo ocurrido. Sin prisa don Gerardo sacó la tabla ouija de una de sus gavetas, invocó al espíritu que rondaba en el lugar y luego cerró la sesión.

Desde entonces los empleados aseguran que han visto a un niño, que se pasea por el lugar y se esconde en la bodega. “Muchos se preguntan como puede entrar un niño aquí, algunos dicen que lo han seguido y se desaparece de la nada. Yo creo que es el espíritu que se quedó en este mundo de los vivos, el día que lo llamamos con la ouija”, afirma Gaby.

Ahí se me quitó la curiosidad por esas cosas, jamás le volví a preguntar a mi jefe por esos temas. El susto fue grande y desde ese día, me quedaba todos los sábados en la garita esperando a que llegara don Gerardo para entrar con él a la oficina, me quedó miedo…mucho miedo.”