En varias calles del centro de la ciudad se ubican vendedores de “números de la suerte”, quienes ofrecen el premio mayor. Del otro lado están muchos, miles de personas que llevan años comprando, otros son esporádicos, pero cada uno tiene la ilusión de ganarse algo y poder pagar las deudas que aquejan a un buen número de guatemaltecos.

Sentada a un costado de la iglesia (poner el nombre), en el centro de la capital está una señora, quien repite sin cesar: “Lotería, lleve su número, se juega el sábado, un millón el premio mayor” …  Susana se detiene pensando si pueda tener suerte esta vez, necesita pagar varias deudas…

Susana pasa a su lado, pero regresa y le pregunta: ¿qué cuesta el número completo?

  • “70 señito” …

Susana se queda pensativa mientras doña Cony (la vendedor) le enseña la variedad que tiene.

“Bueno, me voy a animar, a ver que dice la suerte, deme un número completo pues”.

  • “¿Cuál quiere?”, pregunta la vendedora.

“Deme este, si es para mi no necesito rebuscar”, y sueltan las dos la carcajada.

El clic de las dos mujeres no se hizo esperar y Susana empezó a hacerle preguntas a doña Cony.

“Cuénteme, cómo le ganan a la venta, siempre me ha dado curiosidad”.

  • “Pues nosotros le ganamos el 12 por ciento. Compramos un lote, la ganancia depende de como esté el número, por decirle a un número completo le sacamos nueve quezales”.

Wow dice Susana, “no es mucho y deben estar bajo el sol y las inclemencias, veda”

  • “Algo es algo señito, peor es que no tuviéramos nada para comer, allí si está fregada la cosa, con esto lo vamos pasando”.

“¿Pero si usted vende el premio le dan algo?, pregunta Susana.

  • “Yo nunca he vendido un premio, pero tengo entendido que sí, ahora si la gente quiere y saca un premio grande o alguno bonito nos viene a dar algo, con eso nos ayudamos; cuando las personas son agradecidas nos apoyan”.
La venta de lotería ayuda tener un ingreso económico para, muchas veces, poderse ayudar. Foto: Juan Carlos Arredondo.

Junto a ella un hombre joven, doña Cony también se ve bastante joven, una mujer que ronda la década de los 30, morena, delgada, con ropa cómoda y una sombrilla playera de colores sigue gritando a quienes pasan frente a ella si se la quieren jugar.

Ya es medio día y Susana debe seguir su camino, no sin antes decirle

“Si me gano el premio la invito a comer”

Las dos ríen y Susana prosigue su camino, doña Cony vuelve a ofrecer números y suerte a los caminantes. El cielo nublado indica que no tardará en llover y la venta deberá esperar para el día siguiente.