Han transcurrido 200 años desde aquel 15 de septiembre de 1821 cuando se firmó el acta de independencia patria, en la que se pedía que el jefe político Gabino Gainza, “le mande publicar, para prevenir las consecuencias que serían temibles, en el caso de que la declarase de hecho el mismo pueblo”.

El temor de que el pueblo se sublevara siempre existió y se mantiene hasta nuestros días.

Pese a la celebrada y naciente soberanía, Gainza siguió como jefe político superior y permaneció en la diputación provincial asignada por España, a la cual se agregaron unos cuantos funcionarios de la excolonia.

Posterior se transformó en la Junta Provisional Consultiva que asesoraba al dirigente en la toma de decisiones trascendentales para el país.

Según datos históricos, los asistentes a la reunión eran personalidades ligadas a la administración españolista, representantes de la Iglesia católica y miembros prominentes de los grupos criollos. Sin embargo, no fueron convocados los sectores liberales cultos, los representativos de capas medias, grupos artesanales, populares e indígenas.

La firma de independencia va más allá del relato heroico y romántico que se enseña en la escuela, donde se habla de una independencia participativa del pueblo, celebrada con cohetes y marimba y al grito de libertad de Dolores Bedoya de Molina.

Pero, hasta la fecha no existen registros que demuestren la participación del género femenino en el movimiento independentista criollo.

Doscientos años han marcado los calendarios, donde resaltan la revolución liberal en 1971, las gestas revolucionarias de 1944, un conflicto armado interno que, durante 36 años, cobró la vida de más de 250 mil guatemaltecos en ambos bandos.

Hechos históricos importantes que tienen como común denominador la participación del pueblo, que tomando la batuta en sus manos se organizó para defender sus ideales, tomando como estandarte la soberanía de la que se hace alarde en el acta firmada aquel 15 de septiembre de 1821 y en la cual no tuvo participación ni representatividad en aquella fecha histórica.

Hoy se conmemora el bicentenario en medio de la pandemia del Covid-19, y ha puesto en evidencia el intrincado tejido de la corrupción gubernamental, se inició con la implementación de un hospital para atender a los pacientes, pero que ahora no se da abasto, seguido de un contrato millonario por la compra de vacunas rusas que llegan a cuentagotas, mientras la vacunación avanza gracias a las donaciones de países amigos.

Corrupción que se extiende a un Congreso donde se escuchan voces altisonantes que atacan a unos y otros, donde todos son culpables o inocentes a conveniencia, pero no se buscan soluciones a los problemas de fondo.

Guatemala celebra 200 años de independencia con altas tasas de desnutrición, falta de acceso a la educación para niños y jóvenes que son el futuro de esta nación. A ello se suma la falta de oportunidades, situación que obliga a la migración de cientos de connacionales en busca de una vida mejor y por ende a la separación de familias.

Los guatemaltecos han demostrado que cuando se trabaja en conjunto, todos los sectores que conforman esta sociedad, logran un cambio sustancial y es esa fortaleza la que debe aprovecharse para cambiar el rumbo de la nación.

La historia reciente se registra el movimiento ciudadano de 2015, que logró la renuncia del presidente Otto Pérez Molina y la vicepresidenta Roxana Baldetti, vinculados con actos de corrupción gubernamental.

Una movilización masiva unió a todos los sectores, académicos, políticos, económicos y que valió al país el reconocimiento internacional por lograr de forma pacífica la salida del binomio presidencial, motivados por el rechazo a la corrupción imperante en el sistema gubernamental.

Se habló entonces de una nueva primavera democrática, que tan solo tardó algunos meses, pues nuevamente se cayó en el letargo de la conformidad y tras convocar a elecciones generales, la historia se repitió.

Aplicando las enseñanzas de Maquiavelo, el “divide y vencerás” se ha convertido en el lema de quienes han encontrado en las redes sociales, (la mesa de debate del nuevo siglo) un caldo de cultivo para dividir en bandos a conveniencia de la coyuntura.

A lo largo de la historia la polarización no ha llevado a ninguna nación por el buen camino y se ha comprobado como sociedad.

La fecha es propicia para reflexionar y meditar sobre que hace cada unos por este país que a visto nacer a cada uno de los guatemaltecos y los ha cobijado a lo largo de los años.

El cambio no será inmediato, pero será evidente si se analiza a consciencia los hechos históricos que han marcado estos dos siglos, si se toma lo bueno para ponerlo en práctica y lo malo para no volver a repetirlo.

La anhelada independencia llegará si cada uno de los ciudadanos de esta bella nación, sienta bases de cambio desde su campo de acción, y extiende un llamado de unidad para lograr la Guatemala que tanto se anhela.

Es tiempo de crear consciencia cívica y ciudadana, de conocer la historia, nuestra historia, para no volver a repetirla, de trabajar en unidad con el objetivo de sentar las bases para un mejor país, para que las futuras generaciones se sientan orgullosas de vivir en una nación de oportunidades, independiente, soberana, donde la independencia no sea tan solo una fecha para conmemorar y que se convierta en un pilar para buscar el cambio que tanto se necesita como sociedad y como país.