Allá por los años 90, un grupo de estudiantes de ingeniería decidieron hacer un viaje a un lugar del país, las opciones empezaron a aflorar.

  • Yo tengo una casa a la orilla del lago de Atitlán, dijo uno de los jóvenes entusiastas.

En la emoción de todos hicieron la respectiva votación y quedaron que la casa del lago sería el lugar de destino.

  • Es una casa pequeña, tiene lo básico, rodeado de milpa, al fondo se ve el lago. Remarcó el anfitrión.

“No sé diga más, está decidido”, manifestó otro de los del grupo.

En los siguientes días hicieron todos los preparativos, el listado de la comida que debían llevar, el dinero, los carros que irían, todo estaba listo.

Llegó el día

Así pues, el tan esperado día del viaje llegó, querían salir de la rutina de los estudios que ya faltaba poco para terminar el año.

Se reunieron en el punto acordado para salir aquel sábado. Todo y todos listos se acomodaron en lo vehículos y partieron hacia el lago más bello del mundo.

Al llegar lugar, se dieron cuenta que efectivamente, todo el terreno estaba rodeado de milpa, bastante crecida. La cabaña sencilla de dos niveles y con una pequeña ventana en lo más alto.

Todos pasaron a acomodarse, unos cuantos ya tenían un poco de bebidas espirituosas en la sangre, que hacía más llevadera la velada y el frío que había.

Alguien no ve

Ya entrada la noche, y con la alegría de la reunión, José, uno de los jóvenes decidió ir a dar una vuelta por la casa, así que caminó por los pasillos de repente al ver hacia arriba se dio cuenta que alguien lo veía.

Asustado bajó la mirada y la volvió a subir y allí estaba de nuevo; él recordaba que esa ventana estaba en la parte más alta de la cabaña y que no había nada que pudiera sostener a la persona.

Así que con el poco aliento que le quedaba y las piernas temblorosas, regresó a la sala donde estaban los demás.

  • Vos estás pálido ¿qué te pasó? Le preguntó uno de sus amigos

Con aliento entrecortado logró decirles lo que había pasado, se armaron de valor y todos salieron a ver qué pasaba, pero todo estaba en calma, silencio absoluto, ni el más mínimo movimiento.

  • ¿Era un hombre? Preguntó Pedro
  • ¡Sí! Respondió José.

Pedro le dio las características a José, quien temeroso asentaba la cabeza con cada una de ellas, ante el asombro del grupo.

  • Es que yo lo vi en la cocina, remarcó.

Esa noche nadie durmió, pasaron la madrugada en vela en la sala de la casa vigilando la llegada nuevamente del fantasma que los acechaba, pero ya no volvió a aparecer.

A la mañana siguiente, cuando el sol alumbraba ya por todos los rincones, decidieron salir a investigar, pero no había rastro alguno, ni milpa movida de pasos en los alrededores.

Empacaron sus cosas y regresaron a la capital, nunca más volvieron a esa cabaña, lo único que supieron es que no era la primera vez que pasaba algo así en esa casa y los vecinos veían cosas extrañas alrededor.

Fotos con fines ilustrativos. Fuente; Internet.