La zona 1 de la ciudad capital se ha caracterizado por ser protagonista de historias de miedo, de esas que ponen los pelos de punta, sus calles y sus casas albergan más de alguna anécdota, hoy contaremos la experiencia que Leonor y Claudia vivieron en la casa de la familia.

Allá por una de las avenidas del centro, casa número 16, hay una vivienda en donde se escuchan y pasan cosas “raras”, una noche, a eso de las 3 de la mañana, Leonor escuchó ruido en el segundo nivel, allí estaba el estudio de su padrastro, quien hacía un par de años había fallecido, así que allí solo subían cuando necesitaban algún libro, por lo que el lugar pasaba mucho tiempo olvidado.

Un fuerte sonido en el silencio de la madrugada la despertó, tiene el sueño bastante ligero, ella se encontraba acompañada de sus hijas pequeñas.

¡Dios mío, se han entrado!. Dijo en su mente Leonor.

Ella escuchaba como saltaban desde la vecindad e ingresaban al estudio.

Mami, ¿qué es ese ruido? Le pregunta su hija Claudia, de tan solo 11 años.

No hables ni hagas ruido, creo que se entraron, le dijo Leonor.

Mami, tengo miedo, le dijo Claudia a su mamá mientras temblaba.

Tranquila, no nos va a pasar nada. Le decía Leonor a su hija mientras le pedía a Dios que no llegaran hasta el dormitorio donde solo ellas tres estaban

“Dios mío, que pasen de largo, que no entren al cuarto, que se lleven todo lo que puedan pero que no nos hagan daño”, rezaba.

En el segundo nivel se escuchaba como movían las sillas y tiraban los libros, como que buscaban algo, de repente abrieron la puerta, los pasos se oían bajar las escaleras.

¡Mami, mami! Repetía Claudia.

Tranquila amor, no hagas ruido, calladita para que pasen de largo.

Dios mío, por favor, que sigan a la puerta de la calle; pedía en su mente.

Oyeron los pasos detenerse frente de la puerta de la habitación, así que contuvieron la respiración para no hacer ningún ruido, mientras que la hija más pequeña dormía ajena a todo lo que pasaba.

Mientras rezaban para que los intrusos no entraran al cuarto, los pasos se dirigieron a la cocina, se escuchó abrir la puerta, empezaron a tirar todo lo que encontraban a su paso, ollas, sartenes se escuchaban caer al piso son fuerza, en eso empezaron con la vajilla, la cerámica caía con estrépito en el suelo.

Padre, que se lleven lo que les quepa en el carro y que nos dejen solas. Pedía la madre con el Jesús en la boca.

El carro se encontraba parqueado en el garaje, con las llaves puestas, la puerta con doble llave y tres pasadores.

Al fin terminó el ruido de la cocina y el comedor, se escucharon los pasos seguir al parqueo y quitar todos los seguros del portón, abrieron la puerta y al cerrarla la somataron, una tranquilidad aterradora embargó la casa.

Llegando las 6 de la mañana, cuando el amanecer alumbraba toda la casa, Leonor decidió salir a investigar

No quiero imaginar como dejaron todo. Se dijo con un tono de desaliento

Al abrir la puerta del dormitorio todo estaba en perfecta calma, las puertas cerradas y al llegar a la cocina todo, absolutamente todo estaba en su lugar, justo como lo habían dejado una noche anterior, ante ello se fue directamente a la puerta y se percató que aún tenía los seguros y la llave puesta, allí no había pasado nada.

Leonor regresó a su cuarto y al pasar por el patio replicó

Hoy si se pelaron, esto no fue gracioso

No era la primera vez que asustaban en su casa, desde que tiene memoria pasan cosas raras allí, pero la experiencia de esa noche ralló los límites de la tolerancia, según cuenta ella, y que hasta el momento es lo más aterrador que ha pasado, pero que aún tiene historias que contar de lo que pasa en esa extraña casa.

Fotos con fines ilustrativos. Fotos archivo.