Uno se da cuenta cuánto llega a significar una mascota en la vida de alguien hasta que toca tomar la decisión de “dormirla” por ese gran amor que uno les tiene y evitar que sufran en vida y este historia es en memoria de mi cachorra Maya.

Muchos dicen “es solo un chucho”, y pues lo serán para ellos, porque al final no todos tienen la misma empatía con algunos tipo de animales o simplemente no les gusta.

Los perros llegan a formar un lazo tan fuerte con uno, pero hay quienes es más estrecho, fuerte, con más amor, y esta es la historia de Mayarí, mi por siempre cachorra, mi “canhija”, a quien mamá ama con locura intensa.

Nació en la casa la madrugada del 22 de junio del 2013, la recibí y fue la última de la camada, la más chiquita. Mi mamá dijo “me quedo con la más pequeña” sin imaginar que esa cosita llegaría a pesar 80 libras y sería una “animal” gigantesca, que infundía miedo, poco tolerante con los extraños y mis hermanos le tenían un poco de miedo (aunque la Maya, como cariñosamente le decíamos, los respetaba y les hacía caso, guardándose para que ellos pudieran pasar).

La Maya dormía conmigo cuando mis hijas estaban en el internado, el fin de semana que llegaba compartía su amor con ellas y por supuesto la cama, la cual era ocupada por 4 al final de la noche. También he de señalar que dormía con almohadas, aprendió a colocar su cabeza en ellas y siempre las buscaba para acomodarse.

No sé de dónde salió educada y delicada, pues no se le enseñaron modales, hubo un tiempo que estuvo sola en la casa, y por ello detestaba que nadie estuviera en ella por periodos muy largos.

No se le permitía entrar a la cocina y el comedor, por lo que las pocas veces que lo hizo fue clandestinamente, y algunas otras con la anuencia de mi mamá,  además le encantaba comerse las papas crudas que compraba para los paches, así que debía tener cuidado.

No hacía sus necesidades dentro de la casa (excepto el patio interno, que más creo era para marcar territorio que peleaba con los gatos). Tampoco en los cuartos ni en la “jaula”, que era el recinto debajo de las gradas que servía para guardarle y que se pudiera hacer limpieza sin problema. Allí también lo respetaba, ella avisaba que necesitaba salir al baño. Cuando llovía, buscaba el área seca, porque sus patitas no se las mojaría.

No era de hacer ejercicio, la sacabamos a pasear y dos cuadras caminaba, luego se echaba o acostaba en la acera y tocaba cargarla para regresarla a casa, porque ya no se levantaba, y no sé si era porque le valía un pepino caminar o porque no le gustaba hacerlo con collar, pero por el tipo de perro era imposible no sacarla con cadena.

Solo dos personas la podían bañar, Anna Ximena o yo, así que Xime fue la designada para tal menester y con quién durmió por muchos años.

Ella al vernos se emocionaba, pero al verme a mí, su reacción era de otro mundo, sabía del amor que ella me tenía y el amor que yo le tenía, tan así que ella era mi “canhija” o mi “perhija”.

Fue una perra muy pero muy noble, aunque a veces poca paciencia con las enanas, sobre todo con la Ale, pero las amaba enormemente.

Me fui de la casa hace casi un año y mi propósito era regresar y pedir que me la dieran para que viviera conmigo porque la extrañaba tanto, aunque sabía que sería complicado porque mi mamá también la amaba.

El domingo recibí una llamada, al otro lado del teléfono oí gritar a mi hija mayor “la Maya se muere, vení a ayudarnos”, le dije que no podía, porque no tenía cómo y tampoco podía entrar a la casa. 

Ella me gritó y al escuchar su desesperación pedí un UBER, al venir el piloto le dije que se fuera rápido, que era una emergencia, pero no me hizo caso y se fue como a 30 km a las 23 horas y es que ví el tablero.

No recuerdo mucho, solo ví a la nena en la calle hablando con el veterinario por celular y esperándome, ella envuelta en llanto y desesperación, a lo lejos recuerdo el paso por el garaje y el ver a mi perra tirada en el piso sin moverse mi amor y mi shock hizo que levantara de un sólo las 80 libras de peso muerto, porque ella ya no se movía.

El del UBER nos llevó a la veterinaria al ver la angustia de las tres y el llanto de las niñas. Al llegar el veterinario Guayo nos dijo que era de hospital, que la estabilizaría y que debíamos ir de emergencia.

Ellas pidieron otro UBER y nos llevó de emergencia, debo decir que el primer UBER se terminó portando a la altura y el segundo también, mientras yo le hablaba a mi Maya y mis hijas lloraban.

Y es allí, al momento de repasar lo que ellos significan, mi “perhija” se me moría en los brazos y a pesar de estar sedada seguía gimiendo de dolor. Llegamos al hospital y la atendieron, al inicio con un poco de recelo, pero luego vieron nuestra angustia y la de la perra y se ganaron el cielo.

Mientras estaba allí, mi Maya entró en paro dos veces, ví como la doctora la logró sacar de los infartos, pero al final sabes que significa eso, aunque las lágrimas y mi amor no me dejaba ver más allá de lo que realmente pasaba.

El diagnóstico luego de las rayos X y los exámenes no fueron alentadores, y le pedí a la doctora que me dijera la verdad, y ella dijo “La podemos sacar del shock y estabilizarla, pero el dolor no la va a dejar vivir”, nos vimos y decidimos dormirla, porque a pesar del dolor que eso representaba el amor por ella era más grande aún.

La prepararon y Ximena se puso frente a ella, le acarició la cara y la cabeza y le habló con todo el amor, yo la abracé mientras su respiración disminuía poco a poco hasta que dejó de hacerlo en mis brazos.

No he parado de llorar, se murió mi “Canhija”, mi Maya, mi por siempre cachorra y ella ha sido la mascota que más me ha dolido, aunque mis otros dos perros tambíen dolieron, pero no de la magnitud que su muerte me ha pegado, y este relato es en honor a ella, porque ellos forman parte de nosotros, de nuestras vidas, nuestros momentos, tristezas, alegrías, triunfos y complicidades.

Hay tanto que contar de la convivencia que la Maya nos dio en casi 10 años, pero no alcanzarn las líneas que podemos relatar en GuateHistorias y es que el corazón se parte en mil pedazos mientras se plasma un poquito de amor en esta historia.

Hoy descansa en el patio de la casa de mi mamá, donde nació, donde creció y espero verla de nuevo, si es que eso puede pasar, porque su pérdida es tan dolorosa que ahora entiendo a muchas personas sobre el duelo de las mascotas.

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