En cada casa normalmente hay una historia, pero cuando la vivienda está ubicada en el centro de la ciudad pasan cosas extrañas, la silueta o siluetas se van acoplando a los elementos que llegan a los hogares.

Este es el caso de Cony, una jovencita de 16 años que a eso de las 8 de la noche, se llevó uno de los sustos más alucinantes que hubiera podido experimentar hasta ese momento de su vida.

Conny, como le dicen de cariño en su casa, es una jovencita alegre, jovial y atenta, pero como toda hija tenía la tarea de abrir y cerrar el portón de la casa al momento de entrar y sacar el carro.

El lugar antes de ser garaje fue la sala, el área de reuniones familiares y amistades, el sitio donde se pasaban las tertulias y los repasos de la abuela y sus amigos.

Con el tiempo el espacio se convirtió en el garaje dentro de la casa donde caben dos vehículos. Una noche, a eso de las 20 horas, regresaron a casa, Luisa, la mamá le pidió a Cony que abriera el portón, la niña se bajó e hizo lo de siempre.

La mamá se tomaba su tiempo para bajarse del carro, normalmente apagaba el automóvil, recogía todo y lo metía a su bolsa y se conectaba a la red wifi, mientras la jovencita realizaba algunas cosas antes de subir a su dormitorio.

Sin embargo, una noche, Luisa iba tan cansada que en lugar de tomar un respiro dentro del carro, bajó de el y se fue directo a su cuarto a descansar, acción que Cony no se percató.

Al momento que Cony pasó por el garaje, vio al carro y en el lado del piloto la silueta de una persona la cual creyó que era su mamá, por lo que se acercó para preguntarle si necesitaba ayuda, pues parecía que se había tardado más de lo normal.

Al abrir la puerta del vehículo pegó un grito, “Mamí, mamí”… y salió corriendo directo al cuarto de Luisa.

¿Qué pasó? exclamó la madre, al escuchar los gritos de su hija.

Con la tez pálida Cony dijo entre risa y llanto “Mami, me asustaron, creí que estabas en el el carro y cuando me acerqué para ver si necesitabas algo y abrí la puerta no había nadie, pero yo ví que estabas sentada en el lado del piloto, ya no quiero bajar”, exclamó.

Las luces habían sido apagadas por la madre de Luisa, abuela de Cony, ya que vivía en la planta baja de la casa, y quien no se dió cuenta de lo que pasaba en el segundo nivel.

Luisa le quiso demostrar a Cony que no había nada, pero la adolescente no accedió a bajar y le dijo a su mamá “Tengo miedo, traete a la Tequila para que duerma con nosotras, por favor”, suplicó.

Tequila era la perra rottweiler de la casa, por lo que se sentía más segura con ella. Esa noche las tres durmieron juntas y Cony de allí en adelante decidió no acercarse al carro en la noche sin antes preguntar.

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